La Creatura, red productora transfeminista, es una colectividad conformada por mujeres y disidencias, muchas de ellas migras del sur global, desde la que generar autoempleo con mirada transfeminista y anticolonial.
La Creatura promueve la co-creación afectiva, el aprendizaje no formal y el goce como algo vital. Es una comunidad en movimiento constante que resiste, abraza la diversidad y se transforma, generando nuevas formas de convivencia y construcción colectiva. Nos relacionamos desde las artes, los oficios, la política y los saberes compartidos. Asumimos colectivamente lo reproductivo y tratamos de hacer amable lo productivo.
Trabajamos desde las economías de resistencia, por el autoempleo y la incidencia política.
Las economías de resistencia son formas de organización económica que desafían y escapan de las estructuras tradicionales de poder y explotación. Se basan en el apoyo mutuo, la autogestión y la reciprocidad, promoviendo la sostenibilidad colectiva y priorizando el bienestar de las comunidades por encima del lucro individual. Estas economías surgen como respuesta a sistemas que precarizan nuestras vidas, cuestionan nuestros cuerpos y desvalorizan nuestros saberes, especialmente aquellos de personas migrantes, trans, no binarias, racializadas y disidentes.
En el contexto de La Creatura, las economías de resistencia no solo buscan sobrevivir al sistema, sino hackearlo. Se trata de crear redes de solidaridad donde el intercambio no se mide únicamente en términos monetarios, sino también en conocimiento, tiempo, afecto y recursos compartidos. Estas prácticas desafían la rigidez administrativa y financiera, proponiendo alternativas que permiten a individues y colectivos mantener su autonomía mientras construyen espacios seguros y sostenibles.
Aquí, la resistencia se vive desde la responsabilidad compartida, el placer, la creatividad y la celebración, entendiendo que el goce también es una forma de subversión. Es en estos encuentros donde se cocinan nuevas metodologías y estrategias para enfrentar la precariedad, no desde el aislamiento, sino desde la colectividad y el cuidado mutuo.
Las economías de resistencia son una apuesta por otras formas de vivir y trabajar, donde el poder se distribuye y la dignidad es innegociable.
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